miércoles, 8 de abril de 2009

CARLOS MORIANO

DELFINES



Huíamos de noche camino del sur. Lloraba en silencio, mientras las luces de neón cruzaban su cara de mirada azul. Habíamos dejado de amarnos como en aquellas tardes de verano frente al mar, cuando no importaba darlo todo. Había perdido su brillo y el dolor me quitaba el aire. Un día nos juramos vivir como aquellos niños que ríen y bailan toda la noche como sólo ellos saben hacerlo, pero ahora sólo huíamos, porque quizás, ahora, no sabíamos hacer otra cosa.

Se le saltaron las lágrimas a él también. Quiso decir algo pero no se atrevió. Condujimos en silencio por la carretera desierta hasta el amanecer.

Llegamos a un acantilado frente a las rompientes y allí sentada junto al abismo, sobre el reflejo del sol en el océano, me transmuté en pájaro, en una rapaz parda de alas grandes y cuerpo ligero. Le miré, luego a las montañas y emprendí el vuelo mar adentro contra la brisa perfumada de la mañana.

Volé cientos de kilómetros al ras del agua junto a delfines y orcas hasta que llegué donde juegan las gaviotas, y en el silencio de la inmensidad, desde el aire, contemplé que todo era vida, que yo era un águila en el cielo y también aquel unicornio marino, la belleza de lo salvaje y lo puro de lo indomesticable.

Desde aquella atmósfera me lancé en vuelo picado y junto a mí, había muchos más, formando una danza contra viento.

Toda la belleza y la grandeza estaban en ser capaz de elevarse, mediante un impulso de cola y girar hacia tierra en un movimiento firme y relajado, y lanzarnos al vacío mientras el resto de aves, delfines y orcas me miraban divertidas.

Bajé a las profundidades y jugamos bajo los hielos de un iceberg procedente del ártico. Ni un solo minuto dejé de pensar en él, así que a la tercera noche regresé al acantilado.

Dormía con gesto complaciente sobre la arena. Sé me antojó feliz en sus sueños. Me apoyé en su pecho y le conté que en mis canciones todos los niños siempre tendrán zapatillas de colores de las que llevan los grandes jugadores y que algún día podrán ser lo que ellos quieran, futbolistas, bomberos, astronautas, terapeutas o pilotos de pruebas. En mis poemas, los chicos de alma linda serán para las chicas de mirada dulce. En mis cuentos, los niños y las chicas de todos los colores, bailarán y reirán en las azoteas, en los atardeceres. En mis amaneceres, los héroes salvarán a las princesas y las diosas amarán como sólo ellas saben. En lo más profundo de mí, los hombres como tú, aunque agotados, buscarán lo que necesiten las mujeres como yo, para que juntos lo demos todo, lo recibamos todo, lo logremos todo y todos lo puedan todo.

-Ahora sé, mi amor, que tienes suficiente luz para meterte en un túnel y no perderte nunca. Lo que quiero es que no dejes de conseguir tus sueños de héroe alquimista, contarme bonitas historias que me hacen feliz y salvarme con tu vida.

Me miró profundamente. Volvía a tener el brillo de un niño. Nos dimos besos de salitre, y nos buscamos con deseo, con mucho deseo, con la convicción de vivir la vida plenamente, apasionadamente, fiel a nuestras almas, como aquellos delfines de lomo azul que surcan todo el universo.

2 comentarios:

  1. ¡¡¡QUE BONITO!!! No conocia esta faceta tulla, me siento identificada con lo que quiere la protagosnista, asi que desde mi punto de vista has superado ampliamente el reto propuesto :)
    Muchas gracias he disfrutado muchisisimo

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  2. Es una gozada poética, artística, cálida y fresca. Una combinación de cóctel de luna de miel.
    Felicidades y muchas gracias.

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